lunes, 28 de junio de 2010

La aventura de la Historia


Dedicaremos algunos posts al estudio de la historia antigua, medieval y moderna, aportando un enfoque humanístico que nos servirá, por una parte, para abandonar definitivamente aquellos discursos y argumentos postcoloniales que aún hoy conservamos en nuestras estructuras mentales y que nos llevan a considerarnos superiores a cualquier otra cultura, actual o pasada. Por otra parte, pretendo que seamos capaces de reconocer que la tecnología y el desarrollo económico no son la única forma de medir el nivel de desarrollo de una sociedad o cultura. ¿O es que somos más inteligentes, más humanos, porque poseemos televisores o neveras?

Debido a ciertos prejuicios surgidos del colonialismo que condujeron a una presunción de superioridad como civilización, Europa se convirtió desde el siglo XVI en el núcleo generador de la “historia universal”. Una visión “eurocentrista” de la historia dominó al hombre occidental debido a una perspectiva donde la superioridad la otorgaban un mayor desarrollo tecnológico y una mayor complejidad de su sistema económico. Este “eurocentrismo” surgido de una mentalidad economicista y materialista originó una “corriente realista” que defendía la posibilidad del conocimiento objetivo de la historia. Pero la restitución integral del pasado es imposible porque, entre otras cosas, no se conservan fuentes suficientes que lo permitan, sobretodo cuanto más retrocedemos en el tiempo, y actualmente se tiende hacia una “corriente nominalista”, hacia una visión del discurso histórico que depende en buena medida de las circunstancias sociales y personales del historiador, además de su propia ética, a la hora de crear el discurso histórico. Podemos decir entonces que la historia no es una ciencia exacta, que en su construcción intervienen decisiones condicionadas por la propia cosmovisión del académico, pero que esto no implica que no existan una metodología y unas reglas comunes que se encuentran sostenidas por unos “documentos de realidad” (fósiles, cerámicas, inscripciones, etc.) válidos para todos.

Actualmente, la convivencia con otras culturas, la “alteridad”, nos ha permitido percatarnos que el nuestro es sólo uno entre la multitud de discursos históricos posibles y lo que es objetivamente real para nosotros desde una perspectiva histórica no tiene por qué serlo para los miembros de otra cultura. Si queremos ser capaces de comprender adecuadamente cualquier momento histórico, y más aún si la civilización objeto de estudio es muy antigua y ya no sobreviven en la actualidad ni sus miembros ni su mentalidad, es necesario un acercamiento previo, un situarse en el centro mismo de su cosmovisión, de su forma de entender la realidad. Y para comprender los aspectos que definen a cualquier sociedad hace falta un cierto grado de relatividad metodológica y un amplio conocimiento de sus fuentes religiosas, porque si en algo se diferencian el resto de culturas de la nuestra, occidental de raíz greco-latina, es su “hecho religioso”.

Tradicionalmente la construcción histórica se ha centrado en el estudio de cadenas de acontecimientos, en el “tiempo corto”, debido a que nuestra sociedad le da más importancia a los cambios, a una visión lineal de la historia donde cada momento posterior es superior y más desarrollado, que a la permanencia. Pero esto es irreal, porque toda civilización tiene su propio ritmo de vida que es básicamente un “tiempo de larga duración”. Acompañado de este cambio de actitud también se han desarrollado nuevos métodos como el análisis de las tradiciones orales, pues no sólo las fuentes escritas proporcionan un conocimiento veraz de la historia, y algunos investigadores han logrado reconstruir procesos históricos a través de esta y otras fuentes alternativas.

Pero, como apuntábamos antes, si en algo se diferencia nuestra ontología de la ontología “del otro” es precisamente en el “hecho religioso”. Para comprender adecuadamente la mentalidad de cualquier cultura, exceptuando quizás a la griega clásica y la romana, únicas que se caracterizan junto con la nuestra por una ontología de tipo “discurso lógico”, racional, debemos entonces profundizar en el estudio de su cosmovisión mítico-religiosa (explicación de los fenómenos naturales mediante mitos), donde se enfatiza el valor de la tradición ancestral y la repetición constante de los ciclos, donde el universo se comprende como un “Todo” perfecto e inmutable. Los mecanismos básicos de funcionamiento de una cultura de “discurso mítico” podrían resumirse en tres aspectos, que contrastaremos con nuestra propia concepción ontológica de “discurso lógico”:

Repetición frente a singularidad: mientras que para nosotros la historia está compuesta por una serie de acontecimientos singulares que se suceden linealmente en el tiempo, para ellos este “devenir” de los acontecimientos carece de sentido, es lo que ellos denominarían el “tiempo profano”, carente de realidad. En una cultura de “discurso mítico” sólo goza de auténtica realidad aquel acto que repite una acción trascendente, aquel objeto que reproduce un arquetipo. El momento más cargado de potencia es el instante de la creación del cosmos y del hombre, siendo éste un “tiempo sagrado” que debe repetirse periódicamente para mantener la “Ley y el Orden cósmicos” en el mundo, regenerando mediante actos rituales ese momento crucial, que actualiza y regenera las energías internas del individuo que participa de él, pero también del colectivo donde vive y de la misma naturaleza.

Integración frente a clasificación: el “discurso lógico” busca la realidad objetiva de la naturaleza, clasificándola y subdividiéndola en partes diferenciadas que se estudian por separado. En cambio, el hombre de “discurso mítico” vive en un mundo donde todo está interconectado, donde cualquier acción que afecte a una de sus partes afecta al “Todo” donde se integra. Es más, la interacción entre hombre y naturaleza es necesaria para la vida y buena marcha de ambos. Desde que el hombre perdió en occidente ese sentirse integrado en la naturaleza, esa concepción de la naturaleza como si de nuestra madre se tratara, se dio el pistoletazo de salida a la abusiva e insostenible explotación total de sus recursos. En palabras textuales de Francis Bacon, filófoso del siglo XVII que llevó a cabo uno de los primeros intentos en construir un nuevo método para la ciencia, tomadas de su Novum Organum, se dicen barbaridades tales como que “la naturaleza debe ser acosada en sus vagabundeos”, “sometida y obligada a servir”, “esclavizada”, “torturarla hasta arrancarle sus secretos”. Este tipo de pensamiento en los teóricos materialistas del s. XVII nos ha conducido en última instancia a los problemas ecológicos que sufre hoy en día nuestro planeta.

Multiplicidad de aproximaciones frente a linealidad: cualquier texto o codificación religiosa perteneciente a una sociedad de “discurso mítico” está cargado de símbolos, de imágenes que permiten expresar la complejidad de la realidad que se está evocando (un dios, por ejemplo). Y estas realidades complejas pueden expresarse a la vez por multitud de símbolos, lo que puede provocar en nuestra mentalidad de hombres occidentales la sensación de hallarnos ante aparentes e indescifrables paradojas, cuando por ejemplo leemos en un texto que “Horus es el hijo de Osiris y de Hathor”. Observado bajo el prisma del “discurso lógico” esta afirmación no tiene sentido, porque sabemos que Osiris y Hathor no eran compañeros en la mitología egipcia. El “discurso lógico” describe las realidades mediante una yuxtaposición de secuencias interconectadas lingüística y lógicamente, mientras que el “discurso mítico” funciona por múltiples aproximaciones simbólicas. Así pues, si comprendemos que Horus es hijo de Osiris porque es el rey vivo de Egipto y que Horus, dios del cielo, es hijo de Hathor porque Hathor simboliza el cosmos, veremos que se ha comenzado a abrir la puerta a la comprensión de la mentalidad de las culturas mítico-religiosas.

martes, 22 de junio de 2010

LTI. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo

Hoy os traigo el comentario sobre un libro que realmente me impactó. LTI, La lengua del Tercer Reich, donde Víctor klemperer, filólogo judío que soportó la peor parte de la persecución nazi en Alemania, y que desenmascaró la forma como los nazis doblegaron la voluntad del pueblo alemán a través de la lengua.


Los doce años de gobierno nacionalsocialista en Alemania y la Segunda Guerra Mundial son hechos que han quedado grabados en la memoria colectiva de Occidente. Conocemos todo tipo de detalles sobre las batallas, los discursos, los personajes y, en definitiva, sobre los hechos históricos que rodearon Alemania entre 1933 y 1945 . Por el contrario, no son tan frecuentes en los medios de comunicación las informaciones que atañen a la propaganda y la forma como los nazis ejercían su influencia sobre el pueblo alemán.

El estudiante versado en ciencias sociales conoce la existencia de ciertas “armas” sociológicas, psicológicas o lingüísticas mediante las cuales es posible controlar la voluntad de las personas. De entre ellas, constituye el control y la manipulación del lenguaje una de las más potentes. Víctor Klemperer , catedrático de filología francesa en la Universidad de Dresde hasta 1935, momento en el cual las leyes raciales nazis le obligaron a abandonar la cátedra por su condición de judío, elaboró un sorprendente ensayo donde analiza la manipulación lingüística confeccionada por el gobierno de Hitler. LTI, la lengua del Tercer Reich fue publicado en 1947 a partir de las abundantes notas recogidas en los diarios de Klemperer durante el conflicto mundial, trabajo realizado siempre bajo el temor de la represión antisemita.

El estudiante de filología conoce el papel que juega la lengua en la construcción social del conocimiento. Los sistemas educativos y los medios de comunicación crean un almacén de construcciones mentales que son fijados por medio de la lengua. En este sentido la construcción social puede ser manipulada, gracias al lenguaje, modificando las connotaciones que se otorgan a diferentes categorías aceptadas socialmente. En palabras de Klemperer, “el lenguaje no sólo crea y piensa por mí, sino que guía a la vez mis emociones, dirige mi personalidad psíquica, tanto más cuanto mayores son la naturalidad y la inconsciencia con que me entrego a él” . La LTI, cuyo único objetivo fue el de la manipulación de la construcción social mediante la lengua, es desenmascarada por el autor en una brillante crítica y utilizando un lenguaje sencillo y emotivo que permite una fácil comprensión al lector no versado en la materia.

Klemperer expone durante los primeros capítulos de su ensayo algunas consideraciones generales sobre la LTI y su adopción en todos los ámbitos de la sociedad alemana. Los nazis manipularon el lenguaje a través de la constante repetición de ciertas palabras y expresiones que eran interiorizadas inconscientemente por la población. Palabras como “heroico” o “heroísmo”, referidas a las actuaciones y batallas de los ejércitos alemanes, u otras como “combativo”, en referencia al espíritu del pueblo alemán. Es ilustrativo cómo describe el autor algunas expresiones formuladas por antifascistas alemanes, posteriormente al final de la Guerra Mundial, donde se habla sobre el carácter “combativo” de la democracia. Es un ejemplo del influjo que el lenguaje ejerce sobre el inconsciente.

Una de las características principales de la LTI es su pobreza. La uniformidad entre lenguaje hablado y escrito, cargado de tópicos, con un tono cercano al discurso, se apoderó tanto de cultos como de no letrados a través de su constante repetición en los medios de comunicación de masas. Su misma pobreza fue causa de su éxito ya que, “optando por una autolimitación siempre expresaba sólo un aspecto de la esencia humana” . La LTI no inventa nada, sus expresiones proceden del alemán antiguo, de otros idiomas, etc., pero en cambio se presenta como algo nuevo porque de un uso individual, minoritario o especializado, se generaliza. En su intento de despojar al hombre de su esencia individual, la LTI fue el medio adecuado para fanatizar y sugestionar a las masas. Es importante resaltar la importancia de la repetición constante de las mismas ideas y conceptos, porque como indica Klemperer, incluso “la propaganda reconocida como mentira y fanfarronada sigue surtiendo su efecto si se tiene la cara dura de continuar practicándola sin inmutarse” .

El cuerpo central de la obra se dedica a la clasificación y análisis de distintos términos y expresiones del lenguaje nazi anotados en sus diarios. Durante el año 1933 recoge Klemperer algunas expresiones que constituyen ejemplos de la progresiva penetración de la LTI en la conciencia y el habla alemanas. Términos como “ario”, “limpieza de sangre”, “bandera de sangre”, “el pueblo”, “exiliados” o “campo de concentración” comienzan a hacerse muy frecuentes. Ante este último ejemplo muestra Klemperer una sorprendente visión de futuro cuando afirma: “Creo que en el futuro, cuando se pronuncie la palabra campo de concentración, se pensará en la Alemania de Hitler, única y exclusivamente en la Alemania de Hitler” .

Una palabra importante, repetida hasta la saciedad por el Reich, es el término “histórico”. Los nazis consideraban histórico casi cualquier acontecimiento, todo discurso del Führer, por ejemplo, aunque repitiera siempre lo mismo. Aseguraban así que cualquier hecho considerado importante por ellos fuera retenido por la memoria del pueblo. Cuando un líder, gracias a los medios de comunicación, habla ante miles o millones de personas, su discurso debe resultar popular, debe dirigirse más hacia el sentimiento que hacia el intelecto. Lo curioso es que Hitler fuera capaz de narcotizar tan fuerte y perdurablemente la voluntad de todo un pueblo, porque sus discursos diferían notablemente de los pronunciados por otros oradores. Donde Mussolini se dejaba guiar por la misma corriente y sonoridad de la lengua italiana, los discursos de Hitler resultaban un cúmulo de hirientes gritos espasmódicos. Y ese mismo hecho, más que discurso parecía un estado de éxtasis religioso, constituyó una importante clave de su éxito. La LTI, enfocada al sentimiento y al fanatismo, utiliza expresiones procedentes del cristianismo que se encuentran arraigadas en el inconsciente colectivo, precisamente para presentarse como religión sustituta. A este motivo responde también el carácter de los discursos del Führer, que ritualiza conscientemente su discurso para provocar la adoración de las masas. Resultan inquietantes algunos de los testimonios recogidos por Klemperer, como por ejemplo el de una mujer conocida suya, alguien que en principio no comulgaba excesivamente con las ideas del régimen, durante un discurso de Hitler: “Todo en ella era éxtasis, sus ojos brillaban, la fijeza de su postura y de su saludo no se asemejaba a la posición de ¡firmes! de los otros, sino que era un estado espasmódico, de arrobamiento” .

Otro mecanismo de control consiste en relacionar los logros y victorias deportivas con las glorias y victorias militares, asociando ambos con el concepto de lo heroico, del heroísmo. La heroicidad que calará entonces en la conciencia del pueblo será la misma tanto si se habla de deportes como de batallas, eliminando la enorme diferencia entre un juego deportivo y el horror de la muerte y la destrucción en una guerra.

Hasta el momento se han presentado algunos elementos principalmente arcaizantes en el interior de la LTI, procedentes del apego a la antigua tradición germana, de la adopción de ciertos términos lingüísticos y conceptos del alemán antiguo y heredada por una apropiación y corrupción del romanticismo germano del s. XIX. Pero el lenguaje nazi también adoptó multitud de palabras procedentes del ámbito de la técnica, con el objetivo de una mecanización de la persona. Esta mecanización conlleva la conversión de la persona en una máquina que puede ser controlada, “pulsada” para que se ponga en funcionamiento o se detenga. Expresiones como “material humano”; “piezas”, en referencia a prisioneros muertos en campos de concentración; o “fue conducido a la solución final”, son bueno ejemplos que ilustran la cosificación de las personas en el lenguaje nazi. Y al unísono que los tecnicismos también se produjo una inundación de palabras de origen foráneo. El motivo de la exagerada introducción de extranjerismos en la LTI queda patente en la siguiente cita: “La palabra de origen foráneo impresiona; impresiona tanto más cuanto menos se entiende; al no ser comprendida, confunde y narcotiza y acalla precisamente el pensamiento <..> tiene un efecto más intenso y solemne sobre todos” .

Lo cierto es que la gran claridad y precisión en la exposición y desarrollo de sus investigaciones, el equilibrio a la hora de realizar los análisis de términos y expresiones, armonizándolos de forma coherente con los ilustrativos elementos sobre ideología y simbología nazi y en combinación con un estilo narrativo también plagado de anécdotas y vivencias hacen de LTI, La lengua del Tercer Reich, un libro ameno en su lectura y un manual indispensable para el conocimiento de los mecanismos lingüísticos que influyen en las condiciones sociales de cualquier pueblo. La lengua, como toda herramienta social, puede ser empleada para educar a las personas en los beneficios que, por ejemplo, conlleva un buen uso de los recursos naturales mediante la constante repetición de esta idea en los medios de comunicación de masas. Pero en manos carentes de todo escrúpulo y moralidad resulta un arma muy peligrosa ante la cual debemos estar prevenidos.

Bibliografía

- El abecé de la pragmática. Cuadernos de lengua española 23 – Graciela Reyes – 2003 – Madrid: Arco Libros, S.L.
- LTI. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo. – Víctor Klemperer – 2004 – Barcelona: Editorial Minúscula, S.L.
- Llengua espanyola II – Isidor Marí Mayans – Febrer 2002 – Barcelona: Fundació per a la Universitat Oberta de Catalunya