martes, 26 de abril de 2011

¡La psicología está de moda! Cuarta parte


Comprendo que esto último pueda resultar algo confuso, así que os pondré un ejemplo. ¿Cuál sería la actividad principal, el motivo último de ir al instituto cada día? Podríamos decir que aprender una serie de conocimientos que nos preparan para nuestra posterior vida profesional, pero tal vez para vosotros ahora mismo el objetivo principal sea aprobar los exámenes de junio y punto. Y así mismo, antes de presentaros al examen de la asignatura de psicología tendréis que haber superado la evaluación de un resumen sobre esta charla. Como podéis comprobar, existen varios niveles en la cadena de actividades generales y acciones concretas, entrelazándose unas con otras. La acción concreta “escribir un resumen” tiene como objetivo “aprobar un trabajo”, pero por sí sola no permite alcanzar aquello que motivó la acción “aprobar la asignatura”. Así mismo, para escribir un resumen necesitamos unos instrumentos, papel y boli, o un ordenador, además de realizar una serie de operaciones mentales que pueden referirse a la percepción, escuchar esta charla, la memoria, para recordar los conceptos que se explicaron, o el pensamiento, para comprenderlos y saber resumirlos.

Pero acudir al instituto no representa sólo el aprendizaje de una serie de conocimientos intelectuales que podrán sernos de mayor o menor provecho en el futuro. Es precisamente durante los años de instituto, en la adolescencia, cuando acaban de definirse y adoptarse definitivamente aquellos roles y actitudes que nos definirán, a ojos de los demás, como personas el resto de nuestras vidas. Desde este punto de vista, la actividad principal podría etiquetarse como “aprendizaje social de la conducta”. En esta actividad compartida, cada uno de nosotros realiza sus propias acciones dirigidas a objetivos concretos y con las herramientas de que dispone para relacionarse con los demás. Tal vez alguno de vosotros, seguramente influido por una familia de carácter tranquilo, unos padres con gusto por la lectura, las artes o el estudio, dispondrá de una herramienta más eficaz que la mayoría de sus compañeros para relacionarse con su entorno: la memoria y la inteligencia. Además, el carácter tranquilo de sus padres le habrán hecho tímido y reservado. La sociedad, por medio de sus compañeros, le asignará el rol de “empollón”. En el caso contrario, tal vez una familia con un carácter más agresivo proporcionará a su hijo otro tipo de herramienta: la osadía. Desde luego, dependerá de otros factores que este individuo se convierta en un “abusón”, pero sin duda resulta una posibilidad muy real. Espero que la próxima vez que os dispongáis a etiquetar a uno de vuestros compañeros, como mínimo recordéis esta charla y reflexionéis sobre ello.

Para finalizar la exposición, volveré sobre el tema de la publicidad consumista y veremos cómo los anuncios televisivos se han vuelto mucho más peligrosos durante la última década. La publicidad utilizaba originalmente el método conductista de estímulo-reacción para tratar de condicionar nuestra conducta, como vimos con el ejemplo del coche y la chica. Pero a partir de los años noventa, si bien los intentos de condicionamiento continúan teniendo una base conductista, la psicología social ha proporcionado nuevas herramientas que han convertido la publicidad en algo aún más efectivo. Recordad que el conductismo está limitado a la parte más animal de nosotros mismos, pero que las corrientes posteriores se centraron más en la mente humana y su funcionamiento. Por tanto, si la sociedad y la cultura son quienes crean y definen nuestra mente, los estímulos que se utilizan se enfocarán precisamente a este tipo de procesos mentales. Los anuncios ya no se limitan a estimular la conducta de determinados sectores restringidos de nuestra sociedad (recordad, hombre joven en plenitud de sus facultades sexuales en el ejemplo del coche). Ya no se limitan a explotar las necesidades básicas de supervivencia del hombre (alimentarse, vestirse, desplazarse,…). La publicidad actual asocia sus estímulos con esquemas que se encuentran presentes en la mente global de toda la sociedad. Ideas que definen nuestra cultura, como la libertad, la democracia o el bienestar. Así, el producto que se desea vender es asociado con alguna de las ideas que permanecen invariablemente en la mente del colectivo, por ejemplo, la idea de libertad. Aunque esto resulte una falsedad, la constante repetición del anuncio provoca en la mente un efecto inconsciente de rutinización, un condicionamiento, es decir, con el tiempo la mera imagen o mención del producto es realmente asociada por el individuo a una idea, tal vez un estilo de vida, y una necesidad, el deseo de poseer ese “bien” material para satisfacer un deseo de bienestar. A la luz de lo expuesto, y retomando por última vez el ejemplo de los anuncios de coches, reflexionad, por ejemplo, en los efectos que os produce la siguiente frase: “¿Te gusta conducir?”

Bien, ha sido un placer para mí intentar transmitiros un pellizco de las posibilidades que ofrece la psicología. Espero que continuéis disfrutando con el resto de actividades que os ofrecemos en estas jornadas. Muchas gracias y hasta pronto.

lunes, 11 de abril de 2011

¡La psicología está de moda! Tercera parte


La psicología cultural afirma que es la sociedad quien modela la mente humana individual. Es ella quien, a través de una serie de mecanismos o instituciones como la familia, la escuela o el trabajo, nos proporciona una serie de signos y símbolos, una serie de instrumentos como el lenguaje y unos esquemas mentales que nos permiten comunicarnos unos con otros. En otras palabras, la mente individual, la conciencia separada, cada uno de vosotros que me estáis mirando ahora y que os creéis tan únicos, tan auténticos, tan especiales, no sois nada más que un trocito muy pequeño de la “gran mente social” que os ha dado la consciencia. Aunque expresado de otra forma, pero, ¿no os recuerda esto un poco al argumento de Matrix? Jerome S. Bruner, psicólogo cultural estadounidense, explicaba en su obra Actos de Significado que aquello que realmente hizo evolucionar a los primates hacia el ser humano no fue el hecho de que comenzaran a desplazarse sobre dos piernas, ni el mayor tamaño de su cerebro, sino precisamente la aparición de la cultura y de unos sistemas simbólicos compartidos.

Para que entendáis mejor a qué me refiero cuando hablo de sistemas simbólicos compartidos, esquemas mentales e instrumentos culturales como el lenguaje, os pondré un ejemplo. Imagino que entre vosotros habrá alguien a quien clasificáis como “el empollón”. Seguramente habrá otro que encajará en el modelo de “abusón”. ¿Está también el “pijo”? ¿El “friki”? Seguramente habréis pensado en uno o varios de vuestros compañeros aquí presentes cuando he anunciado cada tipo de personaje. Pero más allá de esas personas concretas, todo el mundo tiene en su mente una imagen de lo que es un “empollón”: peinado clásico, gafas redondas, tímido… Vuestros camaradas “empollones” no tienen por qué encajar exactamente en este esquema, tal vez en este caso vuestro “empollón” no lleva gafas, pero esto os permitirá comprender qué es un rol en sociología, y aplicado a la psicología cultural, qué es un esquema mental o un sistema simbólico compartido. ¿De dónde salen esos esquemas? Según la psicología social, de la cultura, de nuestro entorno. Y más allá, en una cultura no occidental, por ejemplo los miembros de una tribu amazónica, ¿sabrían qué es un empollón? Todos sabéis qué es un empollón porque alguien os lo ha explicado, porque lo habéis visto en la tele, en internet... ¿Veis? Todos adoptamos diferentes roles ante diversas situaciones en nuestro día a día que nos permiten comunicarnos de una forma organizada y definida dentro de nuestra propia sociedad. Y estos esquemas varían en función de cada cultura.

¿Quién soy realmente? ¿El hijo? ¿El alumno? ¿El amigo? ¿El deportista? ¿El “pijo”? Desde la familia, los gobiernos, las fiestas y las costumbres, la escuela, internet y los medios de comunicación, y un larguísimo etcétera de instituciones, todas son una serie de aspectos que condicionan nuestra percepción del mundo y nuestras relaciones, unos esquemas que dan significado a nuestra vida y nos permiten comunicarnos con los demás. Cada una de estas instituciones serían, en opinión del psicólogo evolutivo americano, Urie Bronfenbrenner, como la red de neuronas o circuitos que distribuye los significados, los símbolos, los esquemas posibles, limitando nuestras posibilidades de conocer, ya que una institución selecciona únicamente un reducido conjunto de significados. Una institución como la Iglesia, por ejemplo, limita su conocimiento al campo de las creencias y las prácticas religiosas, y además selecciona únicamente aquellas creencias y prácticas que se refieren a la religión cristiana y católica.

Para profundizar un poco más en esta especie de “distribución” de esquemas, instrumentos y significados que realiza la sociedad durante el aprendizaje de las personas, alguien podría preguntarse por qué demonios a él le ha tocado ser el “empollón”, cuando hubiera preferido más bien ser el “abusón” o cualquier otra cosa. Bien, Alexis N. Leontiev, psicólogo ruso, trata de explicarlo con su teoría de la actividad. Para ello se centra en el estudio de algunas actividades básicas para la supervivencia, como la caza en las culturas primitivas (tradicionales). A una actividad o acción principal, la cacería de algún animal para satisfacer las necesidades alimentarias de la tribu, se suman una serie de acciones secundarias que ayudan a lograr el objetivo, cazar el animal, pero que directamente no están relacionadas con él. En el caso de los cazadores, tal vez uno de los hombres se dedique a espantar la presa antes de que sus compañeros puedan matarla. ¿Veis? La acción “espantar la presa” no se refiere directamente a la actividad de cazar, es sólo una parte del todo, por eso sólo la realización con éxito de TODOS los objetivos de las acciones secundarias permitirán acabar la actividad principal, cazar para alimentar a la tribu.

Continuará...